Pero la vida no fue fácil: víctima de un crimen en uno de sus viajes, dejó huérfano a su pequeño hijo.

Fue entonces cuando su madre, con firmeza y coraje, decidió proteger lo único que quedaba de su legado: la finca cafetalera. Años más tarde, nuestro abuelo retomó esa labor, guiado por el recuerdo de su padre y el aroma inconfundible del café recién tostado.

En 1945, el espíritu emprendedor pasó a otra generación. Fue entonces cuando Silvia , nombre que daría identidad a nuestra marca, decidió emprender su propio camino. A los 30 años, inició la venta de café en el Mercado Benito Juárez de Oaxaca. Entre pasillos llenos de colores y aromas, comenzó a forjar una marca con alma y corazón.

Hoy, Café Silvia no es solo un producto, sino una historia viva. Un homenaje a generaciones que han cultivado amor, lucha y tradición en cada grano de café. Seguimos tostando nuestro café a la leña , como se hacía en tiempos de nuestros abuelos, ofreciendo distintas variedades de granos y tostados, cuidando cada detalle del proceso, tal como nos enseñaron.

Porque cada taza de Café Silvia cuenta una historia. Y esa historia, es la nuestra.